miércoles, 11 de marzo de 2009

Mientras almuerzas y las nubes sobre ti


Un poco complicado bloggear mientras comes tu locrito con arroz, con su ajisito bien picantón y su harta carne que me parece haberla visto hace un mes en el refrigerador, no importa, igual esta rico, provecho.

Bueno la verdad es que uno no siempre escribe para matar el tiempo (aunque aveces lo paresca) si no para cubrir cierta necesidad, cierta fuerza interior que puja por salir victoriosa de nuestra mente, corazón, espíritu, aliento, lamento,etc. Esa necesidad es la que nos incita (por qué no decirlo) a no reprimirnos nada, a decir todo según nos parezca, a cambiar mundos si se nos ocurre alguna vez, a ser tan cuestionables y tan imprescindibles en algún sentido, así fuimos hechos, lo cierto es que nosotros no tenemos la culpa.

Y bueno, después nos culpan por muchas cosas, por ser tan críticos, a veces ácidos, por no decir siempre lo que otros quieren escuchar, por nuestros gustos, quizás por ser tan retros, por tantas cosas que no menciono para ahorrar caractéres porque realmente, son muy absurdas e innecesarias.

Sé que se preguntaran por qué escribo esto, siganselo preguntando porque no lo sé en lo absoluto, simplemente nació de mí hacerlo, es esa necesidad que de nuevo anda dando vueltas por aquí, yo no la llamo, ella viene sola ,sin pedir permiso y así como viene no se quiere ir, caballero nomás.

Pero a pesar de todo el locrito estaba muy bueno, lo único malo fue el feo sabor de boca que me dejó, no lo culpo, yo también me suelo sentir como un locrito muchas veces, conoces a alguien, la pasas bien; compartes momentos, sueños, sonrisas, anhelos, ilusiones, bromas, abrazos, besos, tragos, bailes, inclusive el corazón. Todo camina bien hacia el comienzo, te sientes encaminado, sobrevalorado, crees que podriás vivir sintiendote así toda la vida, sin darle un suspiro al dolor ni a la tristeza, pero de pronto la misma vida, te revuelca con el arroz, con los problemas, las desesperaciones, las decepciones, las desilusiones, ya no eres el mismo locrito, eres un combinado, te echan su ajisito picantón (muy rico a propósito) para cambiarte el sabor pero no pueden, eres el mismo locrito con los mismos sentimientos, el mismo corazón, con las mismas ganas de quererle y gritar al mundo con todas tus fuerzas por qué el tiempo propone vivir la vida así tan lejos de ti, por qué es cuestión del tiempo para que vuelva a encontrarte. No podré dejar de ser el mismo, oigo tus críticas, que soy muy bueno, que soy muy malo, que soy muy caballero pero no soy para ti, que una persona como yo sería capaz de conquistar hasta el corazón mas caprichoso en este universo, pero el tuyo no, y ser incapaz de nuevo porque los sentimientos me aprisionan, si se me van las lágrimas cuando conversamos las dejo correr libres, para que humedezcan mis labios y así no perder el aliento para no derrumbarme al escuchar y comprender que mientras sigan soplando estos vientos por la ciudad, no volverás a ser mía ni un instante, aunque te sueño constantemente y te siento cerca cada vez más cuando en la noche fría alumbra la luna llena, solitaria, como queriendome hablar y secretamente al oído me dice: "Espera, que el tiempo y la distancia son nimias comparado con el sentimiento tuyo, que he visto miles de historias parecidas a lo largo de mi existencia y estas son las que prevalecen, que ni el hombre lobo podia resistirse a mis encantos y enloquecía inevitablemente, que así como él, tú te rindes a su recuerdo cuando me ves salir, ya no me mires así, no, piensa que ella también pensará en ti cuando desde su ventana recuerde que la vida pasó, pero siguen ahí, aunque no sea lo mismo de antes, pero ahí, no me mires así..." Y la harta carnecita, ya no se sabe de cuánto tiempo atrás es, pero lo importante es que se conserva el sabor, fresco, inigualable, solo combinable con su locrito, a pesar de que nunca cambies tu manera de pensar, ya lo vez que el sentimiento nunca cambiará y esperarás mil lunas, hasta su ansiado retorno sin chistar ni decir ni pío, solo aguardando el momento indicado.

Y al final no sabes si estas felíz o triste, digamos que es un balance anímico, pero eso es lo de menos, solo sabes que al fin y al cabo has aprendido una lección invaluable y eso te reconforta: Que todos en el fondo, tenemos algo de locrito. Servido.