sábado, 21 de mayo de 2011

La fundación de la felicidad




Ayer fue todo bonito.

Recuerdo que nuestros clones se cruzaron y apresuraron el paso de inmediato, ignorándose completamente el uno con el otro.
Recuerdo que fundamos la felicidad esa vieja tarde, mientras las palomas nos cagaban las huellas que dejábamos descuidadas. Fuiste tú quien me sorprendió, cuando de la nada te plantaste como un árbol sobre tu lugar y me dijiste, sutilmente, que nos acababan de cagar el pasado. ¡Era de esperarse!, creí yo. Y corrimos por aquel caminillo del parque como si fuese un peligroso puente colgante: ¡No nos van a cagar el porvenir también! Eso fue lo que grité y parece que ello te fue suficiente, pues te observaba más tranquila.
Luego de eso fue que te compraste un gracioso helado de leche y me torturaste no invitándome. "A ti todo te cae mal, no comerás, no comerás hasta que seas más tolerante", me dijiste así. Y yo te confesé que ciertamente era intolerante a la lactosa, además te prometí ya no volver a las huelgas y a los paros nacionales (Pero si supieras que el helado no me cae mal, hermosa, sino el heladero).
Pues hoy(ayer) todo es blanco, ¿puede ser?, mira: Las heces de las palomas, el helado que compraste, el vestido de novia del cual me contaste, mi estado de cuenta en el banco, y sobre todo la memoria de la gente en estos últimos días de verano.
Es chistoso, me dijiste: "Hoy estamos todos aquí y mañana quién sabe, quizás allá, o quizás nisiquiera estemos nunca. ¡Comienzo a pensar que las personas tienen memoria de pollo!" De paloma, te digo, de paloma, y por primera vez me sonreíste, como señal de afirmación.
Porque fue así que me diste la razón como nunca ("Todo porque hoy hemos fundado la felicidad") ¡Qué cosa para más extraña eh! .Nos van a recordar me dijiste, de eso sí no te olvides.

"Espera, a estas alturas de la vida siento que me olvido de algo, espero que no sea de ti."

Se había acabado el helado, la tarde, el parque, la conversación. Todo nos suele quedar pequeño, a veces. Vamos a comer algo, te dije, y tú que no porque no te gustaría engordar, igual vamos a algún lugar que vendan picarones, pero.
Has de acordarte, mucho mejor que yo por supuesto, que le pediste a la picaronera una triple porción y, además, le rogaste te conceda un banquito porque últimamente estabas cansada de caminar y de todo, y hasta de mí, por qué no. Ni habías terminado (ni comenzado) de comer cuando te montaste en el banco y tambaleando tímidamente comenzaste a dictar un discurso poéticamente bello, que lo sentí casí mío:

"...Y hoy van a escucharme todos, por la voluntad de la harina y la miel que la picaronera amasa, por la dicha de estar reunidos frente a los dos fundadores de algo tan novedoso como la felicidad, algo que tal vez nunca han conocido o conocerán durante el transcurrir manso de sus vidas. Aquí, parada en esta banquita de madera, declaro la independencia de la felicidad para todos, con la sola condición de aparecer en los billetes de quince soles. También, exijo que los picarones sean nombrados patrimonio inmaterial de la humanidad. Por último, solo pretendo que sean libres y capaces de ser felices incluso llorando, porque nadie puede ni debe ser digno de jactarse del llanto ajeno, teniendo el propio."

Recordarás que aplaudí con todo mi corazón. Creí estar salando los picarones con lágrimas debido al cierre tan emotivo. Fue genial. Y lo más genial sin duda fue que solo lo oímos los tres, no había nadie más (tampoco tenía por qué haberlo), y fue suficiente.

¿Sábes? Ayer no quise ser tan sensible. Tampoco quise ser el gran error de tu vida, en serio. Sin embargo, eso es así, así soy yo y procuro pedirte perdón cada vez que puedo, para recordarme que es posible perdonarme, y que lo has hecho.

Lo que más me acuerdo de la fundación es tu sonrisa, mientras coronábamos a la picaronera como madrina y nos rendíamos un banquete imperial.
Aquella vez me dijiste que era posible ser felices.

No obstant hoy despertó mi sombra,como nunca, y no estabas, como siempre.
Y yo te busco hasta debajo de la cama porque puede que te hayas asustado de mi cara y prefieras estar allá abajo con el Cuco conversando, pero miro y no estás.

Déjame decirte que el mundo se veía excelente desde esa banquita, pero mejor aún se veía desde dentro de tu corazón.

La felicidad suele tener nombre y apellido muchas veces, y como verás no siempre se puede fundar en todos los corazones. Ya lo hemos comprobado.

Ambos olvidamos una última instrucción, finalmente...


¿No lo crees?