lunes, 10 de enero de 2011

Soy salado


Me preguntaste por qué dejé de escribir, y yo te respondí con la insensata respuesta de siempre: Soy un flojo de miércoles y me tomo muy pocas cosas en serio. Entonces me dices que a veces (solo a veces) valía la pena leerme porque para ti era como una forma de conocerme más, y no te miento si te digo que muchas veces escribí pensando en tí, para robarte una sonrisa y escucharte decir: Eres bien huachafo en realidad, hasta para mezclar las palabras, deberías tomar cursos de ética, etiqueta y de pasada tomar tus maletas y cambiarte de facultad porque te vas a morir de hambre escribiendo así. Es un consejo de pata - amiga, te lo digo por tu bien y el de tu bolsillo (más que todo).

En ese punto, solemos discrepar. Te converso que nunca he pretendido ser escritor ni nunca me la he creído. Que yo pretendo mucho más la pedagogía, que es algo inspirador. Quiero tener mis alumnos y llamarlos por sus apodos. Que me tiren avioncitos en plena clase y carajearlos. Aguantarme un buen apanado en el recreo por haberlos jalado por jodidos. Coimear con panetones y whiskys cada Navidad para ahorrarme la grati. Dármela de pelotero profesional jugando en sus partidos. Ser admirado y odiado. Descubrir alguien con talento y decirle: Tú vas a ser más grande que Mario, carijo, vas a ganar dos Nobel, uno va a ser para ti y uno va a ser para mí, porque ya sabes, siempre la gratitud al viejo maestro, eso nunca lo olvides.

Pero para llegar ahí me falta mucho trecho pues, así como una década masomenos... A propósito, cambiando un poco de tema, ¿te había contado que soy salado? Pues no, osea, que me guste el mar no tiene nada que ver, una cosa con otra, ya mira, así de simple, soy salado y no precisamente porque no me guste el pescado, tampoco, no tiene coherencia, aunque la playa sí es bonita, claro pues, solo en invierno porque no hay gente. Ya, no te molestes, disculpa si redundo mucho, es que un salado tiene mala suerte hasta para las explicaciones. ¿No lo crees?

Pues bueno te voy a contar nomás lo que me pasó ayer, y no vayas a pensar que esto no es cosa de todos los días, porque usualmente sí lo es. No lo mismo siempre, por supuesto, la saladera tiene mil facetas, como comprenderás.

Es tan simple como verme una mañana despertar con una tos del demonio, porque alguien dejó la ventana de mi cuarto abierta y el frío de la noche me perforó el pulmón. Pareciera que tengo un pitbull en las cuerdas vocales, porque no sé si estoy tosiendo o estoy ladrando. De todas formas es una situación atípica que se puede pasar por alto, ya sabes, nadie quiera sospechar que pueda ser el indeseado comienzo de alguna jodida mala racha que acabará conmigo en la tumba o en la cárcel. Nada, osea es una tosecita que se puede curar a punta de jarabes con sabor a fresa. Eso espero, que sean de fresa, porque de limón no me gusta. Tosiendo como ametralladora de vez en vez, estoy como un fumador terminal. La gente en la calle me recomienda que deje el cigarro y yo les digo que nunca fumo tanto, pero que si lo dejo será con alguien de confianza, no con ninguno de ustedes, desconocidos señores, estimados carepalos, que solo quieren ganarse un par de puchitos gratis con algunos consejos baratos y fingidos, a costa de mi desolada enfermedad veraniega.

A estas alturas, estoy en el punto de mira en mi casa. A la hora del almuerzo mis padres me recriminan. Que no me cuido, que no hago ejercicios, que no me coma todas las frutas ah!, que ya se acabaron el helado ayer porque sabían que me iba a enfermar, que lave los platos después porque ya se les hace tarde y que, ¡Carambas pero mira que pena!, estás enfermo y nada de permisos pues, eso sí, no te olvides de ir al inglés en la noche. Ahí sí que no puedes faltar porque te lo estamos pagando y que, mira que no hay sencillo para el pasaje así que mejor ve caminando hoy, que no creo que hoy llueva, no seas tan pesado, en verano no llueve, en Lima metropolitana jamás, desde la época del abuelo no se ha asomado una gota en el primer mes del año, segurito segurito.

Yo asiento con la cabeza. Nisiquiera les contesto. Estoy pensando en la visita que haré más a tarde a una persona que no veo hace mucho. Nada más me importa, sé que será un gran alivio contar con su presencia aunque sea unos pequeños segundos. Me contacto con ella para confirmar mi llegada nocturna: Claro que sí, de todas maneras voy después del inglés, ¿qué cómo estoy?, normal, todo bien, muy tranquilo diría yo.

En ese momento se me escapa una pequeña tos y ella, preocupada, me reformula la pregunta, esta vez con un tono un poco más agresivo: ¿En verdad cómo estás?, Tengo una pequeña tos, le digo, vencido, y me reponde: Ay qué horror! Mira, mejor quédate en tu casa descansando ¿sí?, no quisiera que te empeores pues!(ni que me contagies, claro) , ya será para otro día, espero que te mejores en serio, voy a rezar por ti ¿ya? (ni que me fuera a morir), ojalá pienso, ojalá.

Con una tos fatal, con todos los permisos denegados, cancelado por una amistad que valoraba mucho (valoro), pienso que no todo puede salir mal porque, carajo, mi vida no es una película de terror, ni un drama terrible, a todos nos pasa estas cosas de vez en cuando. Además hoy es el primer día del inglés y, para ser sincero, he pedido a todos los santos que por primera vez en mi vida tenga un poco de suerte con mi salón y que haya, por lo menos, una persona femenina de mi edad para establecer una comunicación interesante durante las clases y no morir aplastado por el aburrimiento de la soledad insoportable. Sin embargo, apenas llego puedo confirmar decepcionado que mi petición nunca atravesó las puertas del paraíso y que, coño, es el peor salón que me ha tocado en la vida pues casi todos son de la promoción de mis padres en edad y que, esto va a ser de doble esfuerzo: una batalla para poder aprender, y otra para derrotar a la malagracia de la profesora que, desde que me vió atravesar la puerta lo hizo con mala cara, como queriendo hacerme retroceder con una mirada magnética invisible (e inservible).

Sí, la profesora es de lo peor, me ha querido botar del salón como dos veces por distraído pero en todas me le he adelantado y hecho la finta para ir al baño. Me duele el pecho, y no sé si sea por la maldita tos o porque esa persona en la tarde me canceló más rápido que un estornudo. Terminaron las clases y salgo apurado porque no me quiero cruzar con nadie conocido que se burle de mi situación deplorable. Tengo hambre. Veo alrededor y no encuentro nada comestible. Cruzo el puente y una señora vende papa rellena a una solitaria moneda de 1 sol. Apenas siento el olorsito me dejo guiar nomás, como buen perrito. Soy de la creencia de que una enfermedad desplaza a otra, así que la miro a la señora y pienso esta es mi oportunidad: Harta ensalada porfavor y bastante ocopa que no he almorzado bien, y de ese ajisíto verde también, claro harta cebollita, es lo justo. Me sirve una gigante, que más parece un churro y yo voy comiendo contentito con mi trinche rosado. Nada que mala suerte, cuñao, eso no existe, esta papa rellena está para chuparse los dedos y, aunque después es probable que me intoxique (como me pasó la otra vez), esta tos se irá de una vez por todas y podré caerle de sorpresa a mi amiga pero curado, espero.

Nunca tomo atajos pero esta vez sí los tomo. No sé quién michi me manda irme por otro camino pero hoy es mi día, no hay nada que hacer. Apenas doblo la esquina pasa una patrulla de policías pero yo los ignoro, me estoy atorando mi papa rellena de una forma salvaje, haciendo ruido, chapoteando. Sigo caminando distraído, ya me llené pero todavía falta la ensaladita, no hay forma, hay que acabarla para que haga el efecto deseado. Estoy a punto de pinchar mi lechuga cuando la patrulla pasa denuevo y me corta el camino. Yo me sorprendo y los quedo mirando mientras mastico como una vaca. No te muevas, me dice un tombo bigotón. ¿Qué estás comiendo?. Yo no puedo responderles porque estoy comiendo, y mi mami me ha enseñado que, es de mala educación abrirla mientras lo hago. Ahh te haces el interesante, dice el tombo cachoso. Colega, tenemos un sospechoso, dice, riéndose como un abuelito, y baja otro más, uno canoso, con pinta de ogro. Va a tener que acompañarnos por no acatar nuestras órdenes. Yo no lo puedo creer, paso la ensalada de inmediato y siento como raspa mi garganta, entonces les digo que no es posible que me lleven solo por ser educado, y ellos me dicen que es una falta de respeto hacerlos esperar porque son una autoridad, así que suba a la camioneta de inmediato. Yo les respondo que la comisaría esta cerca y podemos ir caminando, conversando amablemente. A lo que el tombo bigotón me responde, cagándose de risa : No jodas pues compare! la gasolina la paga el estado así que como las huevas! Y yo pienso: Carajo, acabo de ser detenido por comer papa rellena.

Estoy detenido y me llevan en la camioneta hacia la comisaría, estoy jodido pienso, y lo peor es que no he hecho nada grave (al menos hoy). Pero no tengo esposas ni nada, estoy en el asiento de atrás y los dos policías están adelante, el bigotón manejando y con una salsa a todo volumen está cantando una del Gran Combo. Llegamos a la comisaría y la camioneta se detiene. El tombo bigotón se voltea y me mira amenzante: Ahora si vas a hablar chetumare! qué estabas comiendo!
Y yo: papa rellena jefe, papa rellena. El tombo care ogro asiente pero sin voltear la cabeza, y el bigotón vuelve a interrogar: Y dónde la conseguiste! habla que sino te cagas! Y saca su pistola y la mueve amenazante. Acá no más, por el puente le digo, suave con eso y miro la pistola que está sin balas pero sé que un cachazo de esos duele hasta el alma. OK, dice, nos vas a seguir acompañando para comprobar tu testimonio, sino te vas pal' calabozo por mentirle a un oficial!. Y yo digo dentro de mí : Será que no puedo ser más salado.

Los tres vamos en la camioneta, les indico el camino pero desgraciadamente estamos en contra y el bigotón dice: Que no jodan las combis que somos policías, y el condenado acelera en contra mientras las combis le mentan la madre y él les reponde a la par, sin mirar el volante. Entonces avisto a la tía y le digo: Ahí es jefe, ella vende. El tombo deja de insultar y se mete con todo y máquina a la acera sin percartarse que estuvo a punto de atropellar a dos señoras y un árbolito. Baja mierda, y pide tres, me dice. Yo le digo: estoy misio señor. Y me responde: te haces el huevón! Dile que paga la comisaría de sol de oro pues cojudo!
La señora me da las tres papas rellenas con su yapa y todo. Antes que me vaya me pide que le hable bien de ella a los tombos: Está bien madre, le aseguro que no la hundiré. Les doy sus tres papas rellenas por la ventana de la camionetaa los tombos y me devuelven una: Esta para ti compare, come que estás bien flaco, me dice el bigotón y se caga de risa. Cheveree sobrino, y arrancan a toda velocidad, en contra porsupuesto.

Yo no sé si reirme o nada, estoy cansando, con una tos del carajo, sin permiso para nada, cancelado por alguien, con indigestión, confundido por lo que acaba de pasar y no tengo otro acierto que irme a mi casa caminando y comiendo mi papa rellena que, sin duda, sabe mejor que la anterior (porque es gratis). Cuando pienso que nada peor puede pasar, comienza a llover gotones, parecen globos de carnavales y yo me rió ahora sí. He de ser el hombre más salado sobre la tierra, pienso, al fin logro ser el mejor en algo, ¿me lo creerías?.

Y entonces sin dudarlo vine al toque a contarte todo esto, como para que te sientas orgulloso de mí alguna vez en la vida.



En serio valoro la amistad, créeme.