martes, 25 de octubre de 2011

La pierdiz




Yo nací un día de Abril, en una tarde muy fría, gracias a una cesárea tortuosa.

Yo nací horas después, mi padre llegó de ese viaje a recibirme al hospital, cuando debió haber sido al revés. Yo te recibiré desde arriba primero y te devolveré el favor, papá.

Yo nací así y creo que te vi en el cielo, antes de llegar acá a sufrir la vida, antes de formar parte de la mercancía humana. Eras un ángel, pero con alas.

Yo nací en un tiempo lejano, la vida era bella y el fin del mundo estaba lejos, al igual que tú de mí, ahora.

Yo nací después de nueve largos meses, mi mamá estuvo muy feliz, yo no sabía cómo estarlo, en realidad no sabía cómo sentir.

Yo nací diez días después del coche bomba en aquel banco, mamá nunca cobró ese cheque por mi nacimiento y no sé si sentirme culpable por eso. Es que ahora el dinero significa tanto...

Yo nací alguna vez pero jamás gatié, me contaron que dormía mucho, era todo un soñador más que nada.

Yo nací hace algunos años, lo primero que aprendí fue a suicidarme de los brazos de quien me cargara, me gustaba caer (ahora no tanto caer bien).

Yo nací hace un tiempo, solitario. Comía solo, lloraba solo, soñaba solo, y aún todo esto lo sigo haciendo solo. Estoy solo, creo.

Yo nací entre esos meses, comía maní confitado y veía VHS viejos, lloraba mucho siempre. Hay algunas cosas que nunca cambian.

Yo nací un año y me vistieron de capitán de navío, quizás el sueño de mis padres; mas me dediqué a las letras y los decepcioné doblemente: Nunca seré capitán, y mucho menos seré tan bueno como ellos.

Yo nací muchos años luego de la Independencia, fui libre mientras pude, pero ahora que te recuerdo no hago más que vivir preso de ello.

Yo nací, ahora que Trujillo ya produce buen licor de caña, y yo siempre bebo en su nombre por que lo extraño y te extraño, y siempre fui un extraño a final de cuentas.

Yo nací años antes, después vinimos a Lima y se jodió el Perú, nos jodimos todos. Ahí me convertí en un jodido, les apuesto.

Yo nací en esos lustros, agarré ese libro y no pude dormir. Me prometí algún día escribir algo bonito, es la única promesa que creo que no podré cumplir. Perdónenme.

Yo nací en los años aquellos, temí a la muerte entre los brazos de mi madre, ahora temo perderlos pero no perderme.

Yo me perdí cuando te perdí, y ahora pierdo la vida mas no muero. Soy una pierdiz.

Yo nací una década casi, conocí el amor de la mano de mis abuelos, mas cuando se fueron siendo santos, el amor de este mundo se llevaron. Este mundo era más amable con ellos conmigo.

Yo nací dos décadas más o menos, malo para todo, bueno para nada. Digo que nací un día pero dudo de ello, acaso alguien sabe.

Yo nací años posteriores, el estudio, el orden ,el amor; nada de eso va conmigo. Yo no nací para eso, soy universalmente incompatible, discúlpame.

Yo nací ya mucho, al morir quiero que ustedes carguen mi cajón, hermanos, los quiero mucho; y después crémenme, por si se me antoja levantarme a abrazarlos por última vez y no pueda moverme siquiera.

Yo nací un día y tú no estabas a mi lado, y por eso puedo decir que nací incompleto. No soy perfecto, ya ves.

Yo nací un día pero jamás para tus ojos, yo nací tarde y por eso hoy he sabido que nunca te alcanzaré.


La vida es injusta para los que nacen.




Yo nací un día en que Dios estuvo enfermo - César Vallejo

miércoles, 12 de octubre de 2011

Un pingüino con frío





Hoy quedará escrito y registrado que por más que intento ser una buena persona jamás me sale. Han sido largos años para mí, en un insistente e incansable proceso de corrección constante para un día levantarme por la mañana y exclamar: "Ah carajo, ni cuenta que me convertí en un jodido buen hombre"
Un día de esos, entonces, me felicitaría a mi mismo por la hazaña, me abrazaría solo y como un gesto de modestia escribiría un pequeño discurso de agradecimiento para bah!, los tantos libros que acompañan en mi cuarto y maceran esta soledad madura.

Sin embargo, hoy estoy rindiéndome por enésima vez. Y ahora estoy de rodillas ante los poemas de Vallejo, pidiéndoles que dejen de acertar con mi vida, y descalabren mi tan cantado destino de tragedia y heraldo negro.

Resulta que en este invierno he querido ser tu más sincero amigo, y buscarte trás la niebla de esta mierdosa Lima. Acercarme hacia ti fue muy difícil. Me sentía como una hormiga trotando en el Sahara, pero cuando lo logré sentí que mi vida se iba componiendo con aquellas piezitas de rompecabeza que siempre me faltaron, tan imposibles de encontrar acaso. Tu presencia fue la pala que desenterró mi corazón perdido entre la triste nieve. Una amistad milagrosa.

Los días que pasaron fueron injustos y volaron rápidamente como las aves de la desgracia. Me has pedido no vernos nunca más, me has hablado con palabras duras porque has perdido al amor de tu vida por mi culpa, e insistes en que me haces daño, sabes bien que no es así. Sabes bien que fui yo quien vino a interrumpir tu vida cuando más feliz estabas, y fui yo quien la llenó de confusión y malas noticias. No te eches la culpa cuando yo sé que es la mía. No me arrebates este dolor que yo sé muy bien que, aunque no quiera aceptarlo, tu peor error quizás fue haberme conocido.

Ahora estoy sentado en esta incómoda carpeta, tan solo que ni ganas de nada. Estoy al fondo del salón, como siempre dando pena, y te voy guardando sitio por si en algún momento llegaras. Mas parece que eso no sucederá, parece que no.
Esta clase me duele en el alma, y es tan poco llevadera sin ti que pega tu ausencia a mi cerebro y mi corazón. Es más, en el colmo del cliché el maestro está conjugando el verbo AMAR en tiempo pasado, como enviándome un cachoso mensaje subliminal.
Estoy mirando aquella puerta cada dos minutos, por si apareces con esos ojitos redonditos a joder alegremente mi condenada existencia, pero no vas a llegar. Ni hoy ni mañana. Es el fin. Vuelvo a abrir la puerta y dejarla entreabierta para que te levantes a cerrarla temblando del frío, y resaltes mi estupidez por no darme cuenta, pero eso no sucederá. No vas a llegar y estoy llorando la desgracia de ser yo otra vez. Soy un llanero solitario y perdedor.

Solo quiero decirte que lamento haber arruinado tu felicidad, solamente intentaba ser tu amigo y llorar en tu hombro cada vez que esté triste, diariamente. Eres la amiga que nunca tuve y hoy te perdí sin querer, pero queriéndote como a nadie en tan poco tiempo.
No quise que perdieras al amor de tu vida, créeme, solo pretendía revelarte mis más tontos secretos para que me comprendas más y así conozca por fin el verdadero sentido de una amistad. Estoy loco desde ayer. Estoy loco por descubrir muchas cosas desde siempre, como las cosas felices que se alejan cada vez más de mi vida, como tú en este momento. Te perdí totalmente.
Ocasioné una pérdida en ti y es justo que te pierda. Esa es la verdad, pero no quiero aceptarla. Ahora cada uno seguirá su rumbo, como dos gotas de lluvia en el frío viento.

Prometo no olvidar nada, y acordarme de ti cada noche que esté llorando. Aunque no lo creas siempre habrá una lágrima guardada dentro de mi corazón, para derramarla por ti. Así como ahora se me van nublando los parabrisas, de la misma manera te voy despidiendo en esta noche.

Hasta siempre, amici.




Este curso del amor y la amistad lo jalé hace mucho tiempo, te pido por favor no te preocupes por mí...

martes, 9 de agosto de 2011

Cuando la vida es un trago amargo

Junio


Te estoy contando que estudio Literatura en una universidad de la capital y te cagas de risa tiernamente, como sin querer queriendo. No es la primera vez que me pasa, te cuento, ya estoy acostumbrado a recibir ese tipo de reacción que, al contrario de ofenderme, me halaga en su totalidad. Me pides perdón. No es necesario te digo, lo único necesario en esta vida es sonreír, y si te has reído de mi carrera universitaria me puedo sentir contento, al menos por esta noche.

Quieres saber mi edad. Pues si hablamos de edades es porque te importa demasiado el tiempo, puedo predecirlo aunque no me lo digas. A mí no me importa mucho, la verdad. Puedo tener quince o veinte años y eso no va a variar mucho las cosas que hago. Uno no elige cuánta edad tener y esas cosas, yo solo sé que tengo diecinueve y que no es mi culpa.

Acá en el norte las cosas son muy diferentes, me cuentas. Todos somos como que muy alegres, nos alegramos de todo a veces, hasta cuando conocemos extraños (y me mira fijo). La otra noche tus amigos de la universidad se fueron a la zona rosa en una camioneta vieja,me cuentas, todos escondidos en la tolva, tapados por una frazada vieja de Gokú. Manejaba tu enamorado, bueno, tu ex-enamorado en estos momentos, y que sí, no lo puedes negar, que lo has querido mucho en su tiempo pero que eso ya es otra historia, que por eso estás en esta fiesta, para celebrar tu libertad recuperada, que no es más que el despedazo de tu soledad malgastada. (Pero eso no lo dices)

Y así de alegre me preguntas qué pienso hacer por la vida. Yo digo que nada, nada que me vaya a hacer rico, nada que me ayude a conquistarte, tampoco. Te ríes cojonudamente, has pillado el chiste con un sarcasmo elegante. En serio, pues. Y yo te digo que ya sé que parezco un farsante, pero que deberías creerme al menos un poquito. Me has respondido con otra sonrisa, y entonces yo en mis más oscuros pensamientos pretendo que nos estamos llevando muy bien.

La casa, esta, es muy grande; sin embargo, nos ha quedado chica. Hemos llegado tarde, mi primo y unos amigos nos detuvimos unos minutos a comprar un buen par de rones añejos para justificar nuestra presencia. No obstante, sin darnos cuenta nos vimos abriendo un par de latas para matar la sed y de pronto, inevitablemente rotando una caja de cerveza en la misma tienda para verificar si el licor que expendían era de buena calidad y no nos fuera a envenenar.

Nadamos algunas horas en cerveza antes de que los demás invitados nos madrugen con saludos borrachosos. El dueño viene ahora hacia nosotros y nos abraza con una fraternidad única, luego nos pide de todo corazón que no seamos carepalos y que, aunque sea, bailemos un ratito, en lugar de estar parados como árboles succionando todo el licor de la fiesta, con nuestras raíces que tendimos en este pequeñejo rincón de la casa desde que llegamos.

Es en ese momento que todos nos separamos graciosamente, previo acuerdo, y algunos se van haciendo los locos por ahí, caminando como hormiguitas. Mi primo, por su parte, se dirige a la tienda por quinta vez en la noche, mientras que yo me alejo del bullicio, como un llanero solitario, y me siento en el patio a conversar con el jardín y las colillas de cigarro, porque simplemente no puedo conmigo mismo.

No era una estrella sino tú, te digo, lo que brillaba tanto y me hizo voltear la mirada. No es para tanto, me dices, vaya a creerte alguien tus mentiras, y me mira con una cara de agradecimiento muy peculiar. Yo no puedo mentir sobre estas cosas, te digo, son simplemente realidad. Está bien, me contestas, solo no exageres, es lo único que te pido. Habías caminado hacia mí como una revelación, y me habías preguntado si era de aquí (del norte), también.

Sin lugar a duda ese vestido es deslumbrante, y su sonrisa tan bonita que me pondría a dibujarla ahorita mismo, pero con las justas sé escribir, y mal. Eso planeo decirle pero, demonios, han puesto una canción muy de moda y no bailar se vería muy cojudo de mi parte. Así que me toma de la mano y me introduce en ese ambiente de humo y perdición, en el cual no identifico a mis amigos ni a mi primo, y quizás ni a mi mismo.

Entonces, te estoy contando que estudio Literatura en una universidad de la capital y todas esas huevadas para intentar caerte bien. Ahora, estoy bailando como un mono esquizofrénico, esta música de discoteca venida a menos, mientras tú te deslizas como una gacela en la pista de baile imponiendo respeto. Yo doy vergüenza ajena , lo sé, pero no importa, a estas alturas de la noche puede que ya no me indigne nada más que perderte el rastro, tanto a que se burlen de mí.

Después de una hora me estás diciendo que estás cansada, que vas con tus amigas un rato. No tienes por qué pedirme permiso, te digo, no seas tonto me respondes, si puedes tráeme un trago, por favor. Y yo, a sus órdenes princesa, con una voz cachosa que te roba una sonrisa mágicamente, como cada cosa que digo y se me escapa.

Y yo que busco a mis amigos y a mi primo entre las sombras, pero no los hallo. Me han dicho por ahí que se fueron a comprar todos, y yo creo que es posible que se hayan quedado tomando allá. Entro a la cocina y el dueño se pone a llorar en mi hombro. Tranquilo hombre, le digo, no hay mal que dure cien años, y me regala una cerveza. Eres sabio, me dice, pero no sé quién mierda eres.
No te preocupes, que al final nadie sabe quién es, le respondo, pero es muy tarde y está vomitando en el lavadero.

Salgo con la cerveza en mano y ahora la busco a ella, veo entre sus amigas pero no está. Tal vez está en el baño, pienso, y me siento por ahí a esperar que aparezca. Aprovecho el momento para buscar a mis conocidos, mas no están por ninguna parte, tampoco. Han puesto una canción estruendosa, una cumbia del momento que provoca que mis pies se muevan solos. Me aguanto las ganas de hacer mis payasadas y comienzo a observar a la gente que baila. Y ahí la veo, con quien quizás sea el mismo Jhon Kelvin en persona, y me parece graciosa la escena pues estoy viendo la bella y la bestia por segunda vez en mi vida. Ella es espectacular, vaya que sí.

Y conversan, parecen recién conocerse también. Y él le cuenta al oído que estudia una ingenería muy extraña, que le dará mucho dinero convirtiendo las piedras en oro, y que viene de la capital a estudiar aquí porque le aburre la ciudad, que tiene más de veinte, de hecho. Mas de pronto la toma de la cintura y la hace girar como un trompo, se asoma a ella con malicia e invade su aliento, la atrapa con esos brazos tramposos, y la besa locamente, casi obligándola.

Me aterro y planeo ir a defenderla de aquel tipejo arrecho, pero ella lo toma del rostro y lo besa más apasionadamente de lo que me pude imaginar, tanto así que hasta el sujeto parece sorprendido.

Yo observo la escena aterrado, como un baboso y me convenzo que ser bueno y sincero no te lleva a ningún lado. Yo no entiendo aún por qué no puedo desalojar ese espíritu de perdedor y de poco egoísta que vive dentro de mí, y pienso que soy muy inocente para mi edad porque todavía sigo creyendo en las personas.

Abro la botella y comienzo a beber de a pico. Me siento en un rincón y nadie vuelve aún, quizás nunca vuelvan. Pero ya no me preocupa nada, hay golpes en la vida, tan fuertes yo no sé. Estoy solo y decepcionado, y así como este jardín, también me siento pisoteado, pero en el alma.

Entonces miro las flores y me parece que son hermosas (deben ser artificiales, también). Yo quisiera que a mí me entierren en un lugar así, pienso, luego agacho la cabeza y me duermo como un topo.

Ya ni sé si lo que amarga mi corazón es la cerveza o quizás la vida misma...



La vida te de sorpresas, sorpresas te da la vida. - Rubén Blades



T.

sábado, 21 de mayo de 2011

La fundación de la felicidad




Ayer fue todo bonito.

Recuerdo que nuestros clones se cruzaron y apresuraron el paso de inmediato, ignorándose completamente el uno con el otro.
Recuerdo que fundamos la felicidad esa vieja tarde, mientras las palomas nos cagaban las huellas que dejábamos descuidadas. Fuiste tú quien me sorprendió, cuando de la nada te plantaste como un árbol sobre tu lugar y me dijiste, sutilmente, que nos acababan de cagar el pasado. ¡Era de esperarse!, creí yo. Y corrimos por aquel caminillo del parque como si fuese un peligroso puente colgante: ¡No nos van a cagar el porvenir también! Eso fue lo que grité y parece que ello te fue suficiente, pues te observaba más tranquila.
Luego de eso fue que te compraste un gracioso helado de leche y me torturaste no invitándome. "A ti todo te cae mal, no comerás, no comerás hasta que seas más tolerante", me dijiste así. Y yo te confesé que ciertamente era intolerante a la lactosa, además te prometí ya no volver a las huelgas y a los paros nacionales (Pero si supieras que el helado no me cae mal, hermosa, sino el heladero).
Pues hoy(ayer) todo es blanco, ¿puede ser?, mira: Las heces de las palomas, el helado que compraste, el vestido de novia del cual me contaste, mi estado de cuenta en el banco, y sobre todo la memoria de la gente en estos últimos días de verano.
Es chistoso, me dijiste: "Hoy estamos todos aquí y mañana quién sabe, quizás allá, o quizás nisiquiera estemos nunca. ¡Comienzo a pensar que las personas tienen memoria de pollo!" De paloma, te digo, de paloma, y por primera vez me sonreíste, como señal de afirmación.
Porque fue así que me diste la razón como nunca ("Todo porque hoy hemos fundado la felicidad") ¡Qué cosa para más extraña eh! .Nos van a recordar me dijiste, de eso sí no te olvides.

"Espera, a estas alturas de la vida siento que me olvido de algo, espero que no sea de ti."

Se había acabado el helado, la tarde, el parque, la conversación. Todo nos suele quedar pequeño, a veces. Vamos a comer algo, te dije, y tú que no porque no te gustaría engordar, igual vamos a algún lugar que vendan picarones, pero.
Has de acordarte, mucho mejor que yo por supuesto, que le pediste a la picaronera una triple porción y, además, le rogaste te conceda un banquito porque últimamente estabas cansada de caminar y de todo, y hasta de mí, por qué no. Ni habías terminado (ni comenzado) de comer cuando te montaste en el banco y tambaleando tímidamente comenzaste a dictar un discurso poéticamente bello, que lo sentí casí mío:

"...Y hoy van a escucharme todos, por la voluntad de la harina y la miel que la picaronera amasa, por la dicha de estar reunidos frente a los dos fundadores de algo tan novedoso como la felicidad, algo que tal vez nunca han conocido o conocerán durante el transcurrir manso de sus vidas. Aquí, parada en esta banquita de madera, declaro la independencia de la felicidad para todos, con la sola condición de aparecer en los billetes de quince soles. También, exijo que los picarones sean nombrados patrimonio inmaterial de la humanidad. Por último, solo pretendo que sean libres y capaces de ser felices incluso llorando, porque nadie puede ni debe ser digno de jactarse del llanto ajeno, teniendo el propio."

Recordarás que aplaudí con todo mi corazón. Creí estar salando los picarones con lágrimas debido al cierre tan emotivo. Fue genial. Y lo más genial sin duda fue que solo lo oímos los tres, no había nadie más (tampoco tenía por qué haberlo), y fue suficiente.

¿Sábes? Ayer no quise ser tan sensible. Tampoco quise ser el gran error de tu vida, en serio. Sin embargo, eso es así, así soy yo y procuro pedirte perdón cada vez que puedo, para recordarme que es posible perdonarme, y que lo has hecho.

Lo que más me acuerdo de la fundación es tu sonrisa, mientras coronábamos a la picaronera como madrina y nos rendíamos un banquete imperial.
Aquella vez me dijiste que era posible ser felices.

No obstant hoy despertó mi sombra,como nunca, y no estabas, como siempre.
Y yo te busco hasta debajo de la cama porque puede que te hayas asustado de mi cara y prefieras estar allá abajo con el Cuco conversando, pero miro y no estás.

Déjame decirte que el mundo se veía excelente desde esa banquita, pero mejor aún se veía desde dentro de tu corazón.

La felicidad suele tener nombre y apellido muchas veces, y como verás no siempre se puede fundar en todos los corazones. Ya lo hemos comprobado.

Ambos olvidamos una última instrucción, finalmente...


¿No lo crees?

jueves, 17 de marzo de 2011

Sigo siendo un cowboy

De: Enero 2010

Te voy a dar hasta tres para que desaparezcas. Uno, dos , tres. Caprichosa. Te disparo y no te vas. Es imposible deshacerme de ti. Tal vez por eso ande contigo esta noche.

O madrugada.Ya es de madrugada. Prefiero no saber la hora. Solo supongo que deben ser más de las tres porque las personas ya están regadas por el piso, como cigarrillos pisados, como chapitas de Sprite, como mis ganas de seguir pensando en cosas bonitas y mágicas, y esas cojudeces mías.

Camino. Camino solo porque no me gusta darle explicaciones a nadie. Ni a mi mismo.
Sé perfectamente que si pasa algo seré el único culpable. Que si me peleo con un borracho confundido o enamorado, nadie lo sabrá. Que si la noche me arrincona en un bar desconocido, seré el vaquero solitario que se tome una cerveza y mire a los demás extrañamente, como detestando la compañía inevitable. Que si se hace demasiado tarde, seré el que sabe que en ningún lugar está el amor y por eso no lo busca, al contrario, huye de él con todas sus fuerzas, se esconde debajo de una piedrita y espera a que se vaya por favor, a que se vaya por favor...

He tomado la cerveza más amarga de mi vida. Y he sido egoísta, no la he compartido con nadie. No vale la pena. No vale sus 5 soles tampoco. Hay cosas que no deben valer nada, de seguro. Pero ya la bebí, y ahora quiero otra. Pero en este lugar no, conozco otro más allá. Donde paran las almas decadentes, los poetas borrachos, los músicos que nunca fueron, las mujeres que nunca se casaron, los hombres que ya se cansaron. Esa gente que me cae muy bien y no sé por qué.

A veces quisiera patear todas las puertas como un cowboy. Romper todas las reglas y dejar mi caballo en el estacionamiento amarrado a un poste de luz para cagar al del valet parking. Caminar hacia la barra haciendo sonar mis botines, y reclamarle al cantinero, mientras me agarro el sombrero de cuero, que me sirvan una cerveza fría porque yo soy, carajo, el tipo más bravucón del condado. Entonces, beber la cerveza como un maleducado y hacerle guiños a la mujer más bella del lugar. Pasar mi puño sucio por la boca para limpiarme la espuma y acercarme a ella con la intención de formularle la típica ruda pregunta: ¿Quieres robar un banco conmigo? Y esperar ser choteado ahí, no por malo, ni anticuado, ni grosero; sino porque soy yo. Pues así fuera vaquero, escritor, presidente, estoy seguro que no irías conmigo ni a la esquina, nicagando.

Que va a ser. Estoy solo y en los bares a esta hora ponen música triste, música que te arranca lágrimas de los ojos, como con pinzas. Estoy aburrido de la misma gente vacía de siempre. De esas sonrisas falsas, de esos cuerpos operados, de esas caras maquilladas, de esas dietas balanceadas, de esa gente fabricada en los gimnasios que parecen maniquíes de Gamarra. Todo es comprado, con algún interés de por medio, para obtener algún beneficio. Quedan tan pocas personas y tanta gente del montón, suelta por ahí.

Estoy caminando por esta calle y cada discoteca me vomita una persona similar. La humanidad ha de haber perdido ciertos designios divinos, para transformarse en una especie de espectro reproducido en cantidades industriales, con el mismo sello y copia en cada individuo. Odio esta ciudad.

No quiero tomar más cerveza, ni ningún otro alcohol. Es probable que ello me deprima de sobremanera. Comenzaría a pensar que no tiene sentido beber solo pues no hay con quien brindar. Y es que, porsupuesto, no hay nada que celebrar. La soledad no se celebra, se cuida. Se guarda en el alma con mucho cariño porque a veces es lo único que nos queda, lo único.

Cruzaré esta calle y dejaré a todas esas personas atrás. Que conversen de la moda. De sus fiestas banales. De sus relaciones interesadas. Para mí, les juro, ahorita me resulta más importante comerme un pollito a la brasa.

Voy a comerme un pollito a la brasa en esa pollería que nadie visita. Esa, la del fondo, la que nadie mira nunca. Donde los pollos se mueren de vejez y no en un plato de 28 soles (con papas, cremas, gaseosa o chicha y ensalada). Donde la mesera no limpia las mesas porque nunca se ensucian. Donde las personas solo llegan por curiosidad y jamás se quedan, por miedo. Donde lo único que pasa es el polvillo (y eso es). Donde el chef solo cocina para él (y a veces para la mesera). Esa pollería quiero para mí, es perfecta.

Y me sentaré. Me pondré cómodo mientras le digo a la mesera que me dé un cuarto de pollo. Y me contestará que a ese cuarto solo ingresa personal autorizado, como el chef o como yo (ella), que siempre le da la razón al cliente pero que esta vez, perdóneme usted joven, no va ser posible eso. Yo sonrío, le digo que en serio me dé un cuarto de pollo porque tengo una hambre desgraciada. Y me recrimina, desconfiada, que seguro debo de ser uno de esos coimeros inspectores que siempre vienen a comer gratis, que debo de ser uno de ellos porque hasta la pinta tengo. Percibo que en ese cuarto debe pasar algo muy extraño, oscuro, siniestro y que los pollos tal vez están jugando póker de tanto aburrimiento. Yo quiero, le digo, la cuarta parte de un pollo entero, por favor. Se lo digo con una sonrisa gigante, como de idiota, porque me impresiona su inocencia. Lo hubiese dicho desde el principio pues joven, y me mira con el cejo fruncido, hay mucho trabajo acá y me hace demorar así.

Se va, yo me quedo sentado (y ausentado). Y me quedo más que nada con la sensación de que todavía existe gente pura, gente humilde, gente sencilla. Que puede ser interesante conocer mucha gente así, y conversar horas y horas sin sentido de cosas, esenciales como de un cuarto de pollo que nunca conoceré.

Y me despido de la soledad en este mismo instante, que se vaya a la cochera.

Claro que sí. Si es que algún día muero solo, quiero que antes mis plumas escriban algo verdadero.




Por mientras que más quisiera que tú....

viernes, 25 de febrero de 2011

Voy a volver

Algún día he de empecinarme en escribir algo que no de risa.

Podría escribir, por ejemplo: "Me duele el corazón izquierdo". Y entonces no sería un chiste, sería verdad.

Deténgame si miento ahora, o más tarde. Deténgame, muchachos, si al escribir esto no soy sino yo mismo el que se da cuenta que va a perder otra vez el partido, sin tocar alguna vez el balón.

Porque este juego es innecesario. Es perder o ganar, sin un empate que valga. Así que, dime tú: ¿Qué he hecho yo para ganar esta derrota infragante, avallasadora venganza del destino, además de haberte deseado como a nadie jamás nunca? La respuesta no existe. No la sabes, y yo tampoco. Y si me dices que ningún sufrimiento tiene sentido, mientes, porque el dolor es un síntoma inocultable. Eso significa que puede que esté enfermo de ti, y te padezca con el mismo lujo de la enfermedad más cara y peligrosa que pueda existir. O que te tengo tan dentro mío que tengo que tomar medicinas para olvidarte. Jarabes para que desaparezcas de mi organismo lo más rápido posible. Pastillas para debilitar a la memoria y ya no soñarte al dormir. Inyecciones para estar sedado toda la vida y cuando vuelva a verte saludarte como si nada hubiera pasado. ¿Cabe la posibilidad, acaso, de un remedio tan infalible? Como si nada hubiera pasado, pues en realidad eso, no pasó nada, no pasó nada...

Entonces volver a pensar que ya nada tiene sentido, y que tal vez no sea que las cosas hayan perdido su significado, sino que quizás nunca lo tuvieron realmente. Antes que nada, debo preguntarte si alguna vez deseaste participar de este crimen deliberadamente, o si sólo fue un accidente del azar, como siempre. Sé que bajarás la cabeza y dirás que todo será mejor después, cuando todo pase.
Que pasen los micros, los años, los presidentes, las estaciones; pero pedir que una persona pase sin dejar huella alguna es un poco ingenuo de tu parte. Y más ingenuo de mi parte porque yo te creo. Creo que puede haber una solución, que podemos llegar a un acuerdo, pero igual siempre perderé algo: la fe, las esperanzas, la paciencia, las ganas de volver a querer tanto y cada vez menos, cada vez menos...

No te voy a reclamar nada, pues no soy un comprador enfadado ni nada por el estilo. Es más, ni tú me vendiste algo que no sea lo que siempre supimos que era, algo sin garantías ni avales. Deposité mi confianza en una cuenta fantasma, inexistente. Y, como ha de suceder, se esfumó, se quebró, me fui a la bancarrota. Nada sospechoso, nada nuevo. He de aceptar que estas cosas me suelen pasar y que la costumbre ya me malacostumbró tanto que ya no sé si temer. Ya no sé si temer o tomar. Temo aprender mucho de este error y jamás volver a repetirlo. Yo no siento que me hayas engañado, ni que me hayas hecho daño, siento que me has fallado y mucho, si es que eso se puede. He de recordarte a ti como una bella equivocación, después de todo.

Déjame contarte que apareciste en el momento más indicado, cuando todo iba mal.
Y que te fuiste en el menos indicado, cuando más necesitaba de tus cachetadas verbales, de tus mimos cursis y de las cosas sin sentido de las que siempre conversábamos. Cuando, indudablemente, todo seguía yendo mal, y seguirá en peor.
Te has ido cuando las personas han comenzado a fallarme en cadena. Cuando este año de mierda ya me está derrotando en su segundo mes apenas. Cuando estoy comenzando a creer que estoy tan descarrilado que quizá nunca me alinie con ustedes, con las galaxias, o con lo que sea que uno deba alinearse para ser normal y que me quieras aunque sea un poquito. Por cariño, por caridad, pero por pena jamás, el amor nunca se mendiga, porque siempre recibes sobras.

Pero he de voltear aquella página. No voy a estar triste ni nada, ni mucho menos enfadado. He aprendido a aceptar algunas cosas con cierta irritante tranquilidad. Así que estoy bien. Tú también estabas muy bien (déjame decirte).
Entonces, más tranquilo, recuperaré el humor salvaje, porque es mi única arma para sobrevivir en esta guerra. Voy a tomarlo entre mis manos y hacerlo realidad. Voy a seguir tratando de secuestrar sonrisas. Voy a alegrarle el día a otras personas porque eso, probablemente, alegre el mío. Voy a volver al humor porque, en el fondo, siempre quise ser cómico, pero mis padres nunca me dejaron. Voy a hacer reír porque dicen que reír alarga la vida. Voy a regresar al humor porque tal vez sea lo único que me dé más fuerzas. Y sobre todo, voy a regresar al humor para demostrarte a ti y a todos esos cabrones que todavía no me han vencido, que voy a seguir en pie hasta que me duela el corazón derecho y solo en ese momento, ya no pueda seguir de tanto mal.

He aprendido mucho a pesar de estar de vacaciones, la vida me ha agarrado a palos pero ha sido bonito. Inspirador casi. Mágico, diría.

Imagínate que estamos caminando en la playa de noche. Que las olas del mar nos arrullan con un susurro celestial. Que las estrellas tintilean para nosotros. Que los cangrejos nos saludan con la patita derecha. Que la arena es suave como tu piel sensible y que las gaviotas guardan sus vuelos magistrales solo para deleitarnos. (¿Te imaginas, acaso, tan bello panorama?) El silencio se hace dueño de nuestro espacio. Yo sé que es perfecto para hablar y que ya has tomado una decisión. De pronto la luna lanza una red y te atrapa, entiendo de pronto que las cosas tuvieron que ser así desde el principio. Y yo me despido de ti así, porque es inevitable y no lo puedo impedir.

Porque son cosas que pasan...







Muchas gracias por todo.

lunes, 10 de enero de 2011

Soy salado


Me preguntaste por qué dejé de escribir, y yo te respondí con la insensata respuesta de siempre: Soy un flojo de miércoles y me tomo muy pocas cosas en serio. Entonces me dices que a veces (solo a veces) valía la pena leerme porque para ti era como una forma de conocerme más, y no te miento si te digo que muchas veces escribí pensando en tí, para robarte una sonrisa y escucharte decir: Eres bien huachafo en realidad, hasta para mezclar las palabras, deberías tomar cursos de ética, etiqueta y de pasada tomar tus maletas y cambiarte de facultad porque te vas a morir de hambre escribiendo así. Es un consejo de pata - amiga, te lo digo por tu bien y el de tu bolsillo (más que todo).

En ese punto, solemos discrepar. Te converso que nunca he pretendido ser escritor ni nunca me la he creído. Que yo pretendo mucho más la pedagogía, que es algo inspirador. Quiero tener mis alumnos y llamarlos por sus apodos. Que me tiren avioncitos en plena clase y carajearlos. Aguantarme un buen apanado en el recreo por haberlos jalado por jodidos. Coimear con panetones y whiskys cada Navidad para ahorrarme la grati. Dármela de pelotero profesional jugando en sus partidos. Ser admirado y odiado. Descubrir alguien con talento y decirle: Tú vas a ser más grande que Mario, carijo, vas a ganar dos Nobel, uno va a ser para ti y uno va a ser para mí, porque ya sabes, siempre la gratitud al viejo maestro, eso nunca lo olvides.

Pero para llegar ahí me falta mucho trecho pues, así como una década masomenos... A propósito, cambiando un poco de tema, ¿te había contado que soy salado? Pues no, osea, que me guste el mar no tiene nada que ver, una cosa con otra, ya mira, así de simple, soy salado y no precisamente porque no me guste el pescado, tampoco, no tiene coherencia, aunque la playa sí es bonita, claro pues, solo en invierno porque no hay gente. Ya, no te molestes, disculpa si redundo mucho, es que un salado tiene mala suerte hasta para las explicaciones. ¿No lo crees?

Pues bueno te voy a contar nomás lo que me pasó ayer, y no vayas a pensar que esto no es cosa de todos los días, porque usualmente sí lo es. No lo mismo siempre, por supuesto, la saladera tiene mil facetas, como comprenderás.

Es tan simple como verme una mañana despertar con una tos del demonio, porque alguien dejó la ventana de mi cuarto abierta y el frío de la noche me perforó el pulmón. Pareciera que tengo un pitbull en las cuerdas vocales, porque no sé si estoy tosiendo o estoy ladrando. De todas formas es una situación atípica que se puede pasar por alto, ya sabes, nadie quiera sospechar que pueda ser el indeseado comienzo de alguna jodida mala racha que acabará conmigo en la tumba o en la cárcel. Nada, osea es una tosecita que se puede curar a punta de jarabes con sabor a fresa. Eso espero, que sean de fresa, porque de limón no me gusta. Tosiendo como ametralladora de vez en vez, estoy como un fumador terminal. La gente en la calle me recomienda que deje el cigarro y yo les digo que nunca fumo tanto, pero que si lo dejo será con alguien de confianza, no con ninguno de ustedes, desconocidos señores, estimados carepalos, que solo quieren ganarse un par de puchitos gratis con algunos consejos baratos y fingidos, a costa de mi desolada enfermedad veraniega.

A estas alturas, estoy en el punto de mira en mi casa. A la hora del almuerzo mis padres me recriminan. Que no me cuido, que no hago ejercicios, que no me coma todas las frutas ah!, que ya se acabaron el helado ayer porque sabían que me iba a enfermar, que lave los platos después porque ya se les hace tarde y que, ¡Carambas pero mira que pena!, estás enfermo y nada de permisos pues, eso sí, no te olvides de ir al inglés en la noche. Ahí sí que no puedes faltar porque te lo estamos pagando y que, mira que no hay sencillo para el pasaje así que mejor ve caminando hoy, que no creo que hoy llueva, no seas tan pesado, en verano no llueve, en Lima metropolitana jamás, desde la época del abuelo no se ha asomado una gota en el primer mes del año, segurito segurito.

Yo asiento con la cabeza. Nisiquiera les contesto. Estoy pensando en la visita que haré más a tarde a una persona que no veo hace mucho. Nada más me importa, sé que será un gran alivio contar con su presencia aunque sea unos pequeños segundos. Me contacto con ella para confirmar mi llegada nocturna: Claro que sí, de todas maneras voy después del inglés, ¿qué cómo estoy?, normal, todo bien, muy tranquilo diría yo.

En ese momento se me escapa una pequeña tos y ella, preocupada, me reformula la pregunta, esta vez con un tono un poco más agresivo: ¿En verdad cómo estás?, Tengo una pequeña tos, le digo, vencido, y me reponde: Ay qué horror! Mira, mejor quédate en tu casa descansando ¿sí?, no quisiera que te empeores pues!(ni que me contagies, claro) , ya será para otro día, espero que te mejores en serio, voy a rezar por ti ¿ya? (ni que me fuera a morir), ojalá pienso, ojalá.

Con una tos fatal, con todos los permisos denegados, cancelado por una amistad que valoraba mucho (valoro), pienso que no todo puede salir mal porque, carajo, mi vida no es una película de terror, ni un drama terrible, a todos nos pasa estas cosas de vez en cuando. Además hoy es el primer día del inglés y, para ser sincero, he pedido a todos los santos que por primera vez en mi vida tenga un poco de suerte con mi salón y que haya, por lo menos, una persona femenina de mi edad para establecer una comunicación interesante durante las clases y no morir aplastado por el aburrimiento de la soledad insoportable. Sin embargo, apenas llego puedo confirmar decepcionado que mi petición nunca atravesó las puertas del paraíso y que, coño, es el peor salón que me ha tocado en la vida pues casi todos son de la promoción de mis padres en edad y que, esto va a ser de doble esfuerzo: una batalla para poder aprender, y otra para derrotar a la malagracia de la profesora que, desde que me vió atravesar la puerta lo hizo con mala cara, como queriendo hacerme retroceder con una mirada magnética invisible (e inservible).

Sí, la profesora es de lo peor, me ha querido botar del salón como dos veces por distraído pero en todas me le he adelantado y hecho la finta para ir al baño. Me duele el pecho, y no sé si sea por la maldita tos o porque esa persona en la tarde me canceló más rápido que un estornudo. Terminaron las clases y salgo apurado porque no me quiero cruzar con nadie conocido que se burle de mi situación deplorable. Tengo hambre. Veo alrededor y no encuentro nada comestible. Cruzo el puente y una señora vende papa rellena a una solitaria moneda de 1 sol. Apenas siento el olorsito me dejo guiar nomás, como buen perrito. Soy de la creencia de que una enfermedad desplaza a otra, así que la miro a la señora y pienso esta es mi oportunidad: Harta ensalada porfavor y bastante ocopa que no he almorzado bien, y de ese ajisíto verde también, claro harta cebollita, es lo justo. Me sirve una gigante, que más parece un churro y yo voy comiendo contentito con mi trinche rosado. Nada que mala suerte, cuñao, eso no existe, esta papa rellena está para chuparse los dedos y, aunque después es probable que me intoxique (como me pasó la otra vez), esta tos se irá de una vez por todas y podré caerle de sorpresa a mi amiga pero curado, espero.

Nunca tomo atajos pero esta vez sí los tomo. No sé quién michi me manda irme por otro camino pero hoy es mi día, no hay nada que hacer. Apenas doblo la esquina pasa una patrulla de policías pero yo los ignoro, me estoy atorando mi papa rellena de una forma salvaje, haciendo ruido, chapoteando. Sigo caminando distraído, ya me llené pero todavía falta la ensaladita, no hay forma, hay que acabarla para que haga el efecto deseado. Estoy a punto de pinchar mi lechuga cuando la patrulla pasa denuevo y me corta el camino. Yo me sorprendo y los quedo mirando mientras mastico como una vaca. No te muevas, me dice un tombo bigotón. ¿Qué estás comiendo?. Yo no puedo responderles porque estoy comiendo, y mi mami me ha enseñado que, es de mala educación abrirla mientras lo hago. Ahh te haces el interesante, dice el tombo cachoso. Colega, tenemos un sospechoso, dice, riéndose como un abuelito, y baja otro más, uno canoso, con pinta de ogro. Va a tener que acompañarnos por no acatar nuestras órdenes. Yo no lo puedo creer, paso la ensalada de inmediato y siento como raspa mi garganta, entonces les digo que no es posible que me lleven solo por ser educado, y ellos me dicen que es una falta de respeto hacerlos esperar porque son una autoridad, así que suba a la camioneta de inmediato. Yo les respondo que la comisaría esta cerca y podemos ir caminando, conversando amablemente. A lo que el tombo bigotón me responde, cagándose de risa : No jodas pues compare! la gasolina la paga el estado así que como las huevas! Y yo pienso: Carajo, acabo de ser detenido por comer papa rellena.

Estoy detenido y me llevan en la camioneta hacia la comisaría, estoy jodido pienso, y lo peor es que no he hecho nada grave (al menos hoy). Pero no tengo esposas ni nada, estoy en el asiento de atrás y los dos policías están adelante, el bigotón manejando y con una salsa a todo volumen está cantando una del Gran Combo. Llegamos a la comisaría y la camioneta se detiene. El tombo bigotón se voltea y me mira amenzante: Ahora si vas a hablar chetumare! qué estabas comiendo!
Y yo: papa rellena jefe, papa rellena. El tombo care ogro asiente pero sin voltear la cabeza, y el bigotón vuelve a interrogar: Y dónde la conseguiste! habla que sino te cagas! Y saca su pistola y la mueve amenazante. Acá no más, por el puente le digo, suave con eso y miro la pistola que está sin balas pero sé que un cachazo de esos duele hasta el alma. OK, dice, nos vas a seguir acompañando para comprobar tu testimonio, sino te vas pal' calabozo por mentirle a un oficial!. Y yo digo dentro de mí : Será que no puedo ser más salado.

Los tres vamos en la camioneta, les indico el camino pero desgraciadamente estamos en contra y el bigotón dice: Que no jodan las combis que somos policías, y el condenado acelera en contra mientras las combis le mentan la madre y él les reponde a la par, sin mirar el volante. Entonces avisto a la tía y le digo: Ahí es jefe, ella vende. El tombo deja de insultar y se mete con todo y máquina a la acera sin percartarse que estuvo a punto de atropellar a dos señoras y un árbolito. Baja mierda, y pide tres, me dice. Yo le digo: estoy misio señor. Y me responde: te haces el huevón! Dile que paga la comisaría de sol de oro pues cojudo!
La señora me da las tres papas rellenas con su yapa y todo. Antes que me vaya me pide que le hable bien de ella a los tombos: Está bien madre, le aseguro que no la hundiré. Les doy sus tres papas rellenas por la ventana de la camionetaa los tombos y me devuelven una: Esta para ti compare, come que estás bien flaco, me dice el bigotón y se caga de risa. Cheveree sobrino, y arrancan a toda velocidad, en contra porsupuesto.

Yo no sé si reirme o nada, estoy cansando, con una tos del carajo, sin permiso para nada, cancelado por alguien, con indigestión, confundido por lo que acaba de pasar y no tengo otro acierto que irme a mi casa caminando y comiendo mi papa rellena que, sin duda, sabe mejor que la anterior (porque es gratis). Cuando pienso que nada peor puede pasar, comienza a llover gotones, parecen globos de carnavales y yo me rió ahora sí. He de ser el hombre más salado sobre la tierra, pienso, al fin logro ser el mejor en algo, ¿me lo creerías?.

Y entonces sin dudarlo vine al toque a contarte todo esto, como para que te sientas orgulloso de mí alguna vez en la vida.



En serio valoro la amistad, créeme.