sábado, 11 de julio de 2009

Un dedo en el hombro

Junio 2009
Estoy cansado de estas cosas, inevitablemente cansado. Todo lo que veo a mi alrededor se repite, se repite y se vuelve a repetir. Me levanto con sueño, recontra zombie, fastidiado con todo el mundo porque me tocó un horario deshonroso en la universidad, el cual aplaca mi paciencia de a pocos y me va acabando como si se tratase de un ataque de minúsculos estafilococos dirigidos hacia mí por algún ente de la extraña naturaleza. Reniego de todo, sobre todo reniego de mi imagen que decae claramente, soy un tipo ojeroso, con cara y pelo de loco, a simple vista derrotado por alguna fuerza desconocida que cargo sobre mis hombros de igual manera que cargo esa mochila que ni si quiera es mía, si no de mi hermano. Camino aletargado, el sueno ocasiona que mis pasos sean cansinos, torpes, dignos de mi; y así voy rumbo hacia aquel paradero que no podría estar más lejos porque simplemente sería demasiada molestia para un mismo día, sería una turbia exageración del destino atentando para con mi desdeñable flojera, que de por sí, ya es un factor determinante en mi vida. Estoy a punto de llegar al paradero cuando veo avecinarse la fatídica máquina de transporte, más conocida en el mundo del hampa como CHAMA. No tiene piedad de mí y acelera al ver mi tímida mano asomarse por esa villa salvaje que son las carreteras peruanas, logro salvar mi mano inexplicablemente y ahora voy como un demente correteando a aquella cosa que casi me deja sin mi mano predilecta para escribir ( lo que hubiese sido un considerable favor para la humanidad ) , y voy tras ella porque es mi única esperanza para llegar temprano y que no me jalen el curso por tardanzas, voy tras ella porque creo que acabo de ver al cobrador comprando un TROME, como dándome una oportunidad. Después de haber capturado ese carro como una ola salvaje pienso que tal vez podría descansar un poco los ojos, el esfuerzo fue grande para alguien como yo que solo utiliza sus huesos para engañar a las balanzas. Habiendo escogido, según yo, un lugar estable, asiento placentero donde sufrir menos las afecciones del viaje, me encuentro al costado de un noble señor, de buen talante y terno impecable, que me mira como ido, como tratándome de contar algo. Yo no sé que decirle, lo miro con estos ojos que nunca saben decir nada y pienso que por fin podre descansar un rato, que ese hombre algo apesadumbrado tiene sus propias procesiones y que las cargara con disimulo y resignación como cargo las mías. Iba pensando que Lima siempre es gris y que nunca sé en que estación estamos, que este clima siempre se repite, como todo y que no existe variabilidad alguna. De pronto alguien toca mi hombro, no hago caso, me hago el dormido o al menos lo intento, pero el tipo es persistente, lo toca dos veces como una amenaza de que la siguiente serán tres. Me desperezo levemente y veo que es el hombre que se hallaba a mi costado, tiene una mirada de angustia a la cual reprocho con una mirada que sin lugar a dudas no es de interés si no de desentendimiento. Me pide perdón por la molestia pero tiene que hablar con eso de alguien, que lo viene trayendo loco aquel secreto oscuro, que ayer engañó a su mujer y se siente culpable pero que no se arrepiente, que sabe que estuvo mal pero que en el fondo la paso muy bien, que se sintió mas joven que nunca aquella noche voraz, la noche de ayer. Yo no sé que decirle ante tremenda confesión, me quedo callado, enmudecido, pasmado por las palabras que acaban de ser lanzadas al viento, siento que el tipo debe haberse sentido realmente solo para haber cometido aquel acto de fidedigna locura y luego habérmelo comentado a mi, creyéndome digno de una confianza tal vez secreta y necesaria en algún sentido para él. Me mira como esperando una respuesta, un comentario, una burla, algo que rompa el espeluznante silencio. Al no encontrar palabra alguna de mi parte parece haber comprendido mi falta de juicio y en un gesto de complicidad me pone el brazo sobre el hombro y me dice: Tienes razón, hombre, a veces el silencio lo dice todo. Luego me sonríe amablemente y grita ESQUINA BAJA; y yo me doy cuenta que soy el hombre más tonto del mundo, y sin embargo pude enseñarle algo a aquel desconsolado tipo sin haberlo planeado en lo mas mínimo. Por un momento soy feliz y pienso que es muy probable que este día no se vuelva a repetir.

2 comentarios:

Mely dijo...

Y pensar que tú piensas tantas cosas negativas de ti. Sigo sin entender el porqué. Yo te admiro :)

Anónimo dijo...

Muchas veces las personas nos sentimos desdichadas y con mil problemas, sin darnos cuenta que a nuestro alrededor hay muchas personas que estan pasando por algo peor.
A veces las persoans cometemos errores y hacemos sentir mal no solo a nosotros mismos sino tambien a los que nos rodean.
Es bueno mirar adelante y agradecer por lo poco y lo bueno que nos da la vida, tambien por lo malo y lo tragico, pues gracias a ello salimos adelante.
Solo aprovecha las oportunidades que te da la vida y mirar el lado positivo de las cosas...

Ojala algun dia los locos podamos cambiar el mundo...
Exitos!