sábado, 3 de octubre de 2009

Te confio mi confianza


Los días suelen enfermarme y no hay antibióticos para eso, y así los hubiera no los tomaría, por el simple hecho de que no me gustan las pastillas. Prefiero lo natural, pues, buscaré en el Edén algo que me cure esta maldita gripe que no sé si es porcina ("...Y si por mi fuera, moriría por ti, porcina...") o es la bendita costumbre de sobrellevar así mis días. Creo que los dos tipos son muy adorables, aunque una menos que otra, claro está (siempre con las preferencias, porcina).

No sé pues, suele suceder que un día decido que estoy tan cansado de estar cansado que me canso de cansarme cansándome por cansancios ajenos, y de pronto soy yo de nuevo, dando vueltas por aquí, saludando a la gente con una gran sonrisa y mi mano al aire. Me paro y me pregunto: ¿Qué es lo que he hecho todo este tiempo con mi vida? y el viento no responde, se pone recontra mudo, ni siquiera me silva, y yo comprendo que soy demasiado espeso como para que él me digiera. Entonces me rio, me rio como un loco, porque esta sonrisa no tendrá mi nombre pero al menos tiene mis dientes.

De echo, es un día anormal (más anormal que los de siempre y hasta más anormal que yo), en el que tengo la cabeza en ningún lugar y en ningún lugar encuentro mi cabeza, me desespero un poco pero es indescriptiblemente noble y bello observar cómo las cosas se van concatenando, casi como por arte de magia, como en un sueño.

Recuerdo que a mi la magia me daba miedo de chiquito, los payasos también. Sabía que el mago traidor me estaba ocultando alguna triquiñuela vacía tras su manga y yo tenía miedo de que pueda adivinarla antes de que la revelara y sentirme yo como el burdo mago engañador. De igual manera los payasos me causaban pavor, y era porque sabía que tras esa gran sonrisa falsa difícilmente había un hombre feliz. Mis fiestas infantiles debieron ser una decepción constante.

Pero dejo aquellos recuerdos de lado, solo rescato la magia, porque la magia si existe, hoy lo pude comprobar. Deben haber diferentes tipos de magias en el mundo, tanto como hay diferentes tipos de idiotas, de payasos, de aburridos (como yo) o de tantas otras clasificaciones que luego publicaré en algún lado, cuando me de tiempo. No obstante el tiempo nunca da, asi que lo veo imposible, de todas formas solo pienso hablar de aquella magia rescatista, que te recoge del suelo y te aprieta contra el aire, te hace un peinado cachetada y te dice: Camina, hijo, que el camino es largo. Y yo le hago caso, porque antes nunca me había hecho un peinado y de vez en cuando me gustaría intentar cosas nuevas.

¿Cómo llega esa magia? No lo sé. ¿Cómo se va? Tal vez lo sepa. Lo real es que hoy la sentí y espero no volverla a perder, sería demasiado tonto (hasta para mí). De pronto me sentí tan importante como El Rey de Gamarra, cuando me dijiste que te daba risa que yo viera TV Perú. Fue tan sutil y memorable aquella conversación, tan vivaz, llena de sentimientos y necesaria que, aunque no nos alcanzó el tiempo, estoy seguro que lo entendimos todo.
Nunca supe confesar tantas cosas mías, nunca supe escuchar tan atentamente a alguien, nunca un perro me había lamido la mano tan exageradamente, nunca me habían regalado un libro con una dedicación tan conmovedora, nunca había tenido que guardar silencio luego de un valsesito criollo, nunca había pensado que era tan flaco, nunca me habían dicho tantas cosas ciertas con tanta naturalidad, nunca había conocido una persona tan directa e incorregiblemente sincera, nunca una cuadra me había parecido tan interminable, nunca la despedida había sido tan larga, nunca había escrito tantas veces nunca, nunca alguien me había dicho que lo que escribía le parecía cojonudamente hilarante y bueno, nunca había escuchado un timbre de celular tan extraño, nunca había pensado que eras gorda (no lo eres), nunca me había sentado en un sillón tan confortable, nunca me había sentido tan cómodo y encajado en una conversación, y sobre todo, nunca alguien había confiado tanto en mí como tú lo haces. Yo sí creo que eres especial (y no es mentira).

Por eso gracias por confiar en mí e inspirarme tanta confianza a la vez, gracias por encargarme la corrección de tu libro que no merecía la sucia intervención de mis malas dotes literarias, gracias porque sé que hoy antes de dormir pensaré que hoy fue un día muy extraño y memorable para mí, gracias porque crees en mí y en todo lo poco que hago, gracias por convertirte en mi amiga.

Tu libro está condenadamente bueno y me ha enseñado mucho, creo que causará alguna revolución y tu serás la culpable indirecta, y me sentiré completamente orgulloso de eso, y mucho más, si me dejas prometerte que no te fallaré y que evitaré que mi cabello esté tan reseco todo el tiempo.

Te auguro un buen futuro aunque yo siempre haya tenido mala suerte (y un mal peinado), te confio mi confianza desde ahora, no me dejes fallarte.

GN.

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