lunes, 17 de agosto de 2009

Olé


Bajo este cielo gris te invento, nunca estuviste, nunca estarás y nunca estás; sin embargo sigo creyendo que te veo, aunque en realidad nunca lo hago, solamente te contemplo (que es como otra manera de morir). Me gusta morir lento; así, contemplándote indefenso tras las rejas de mi incompetencia matutina, lejos de ti, lejos del amor, lejos de la felicidad y lejos de morir rápido, de un tirón, sin darme cuenta.

No quiero darme cuenta de las cosas de nuevo, no otra vez. No quiero. Sería transgredir mis normas de convivencia una vez más, hacerme daño sabiendo que lo voy imaginando todo como un demente y en realidad no es así. Voy perdiendo todo, la cordura, la salud, la imagen, la plata, las ganas,las noches sin dormir, las ganas de escapar de una vez y decirte "aquí estoy."

Lo voy perdiendo todo y en el fondo me doy cuenta que soy un perdedor, un perdedor sin suerte y perdido. Un perdedor que se está perdiendo y no sabe perder, solo perderse. Que mantiene el gusto de saberse perdido y se lo reserva para sí mismo, para perderse solo y no perder a los demás, porque el mundo no tiene ya más cupos para los perdidos, lo leí hoy y me lo creí.

En realidad creo que ese es el problema, me lo creo todo. Creí en ti, aún no sé si eres real pero sé que existes. Sé que me piensas todas las noches antes de dormir y maldecir al mundo cuatro veces en diferentes idiomas. Yo sueño con que te gusta maldecirlo en portugués, porque me divierte la idea de que tus labios puedan formar aquellas siluetas mientras reclamas, golpeando al aire con un puño exigente, el porqué de la soledad inminente. Yo por mi parte, pensando en ti también, y preguntándome por qué demoras tanto en llegar, dejando la luz prendida por si te animas a sorprenderme una de estas noches, mientras me hago el dormido; leyendo algún libro hasta el amanecer, por si te encuentro entre sus interminables páginas; comiendo cualquier bocadito, asaltando mi refrigerador por las madrugadas, sirviendo dos platos en la mesa y mirando el reloj. Se hace tarde y no llegas, como lento por si llegaras.

Me lo creo todo, pues. Creo que después de todo si creo, pero no creo que crea en mi. Eso es lo que creo.

Me gustaría algún día dejar de creer tanto en cosas que no ocurrirán, creer en lo que todos creen que es lo real, lo que el mundo propone, a lo que la sociedad te encadena y, a cómo nos fabricaron.

Dilucidar si es que estoy equivocado o no, si es que en realidad todo esto que voy viendo como la película de mi vida no es más que una cinta vieja, rebobinable. Ver si tú no eres solo una escena más en ella, una de esas medias tristonas que te dan ganas de tragar harta canchita para ahogar la pena, si no eres solamente un espejismo más que ha aparecido en el desierto de mi vida para decirme: No way, sé que tú no puedes.

Para demostrarme que soy un perdedor graduado, con varias derrotas de currículum y muchos certificados de confusión anexados a mi vida, con un par de recomendaciones de parte de los golpes de la vida y una foto mal tomada, con los ojos cerrados, para saber si eres de verdad.

Insinúo inventarte, bajo borradores sin sentido y sé que no estás ahí, que me evades como a un toro y me dices "olé" mientras me clavas las espadas. Yo sigo siendo el mismo, el mismo insensato, el mismo cabezadura y el mismo que cree que algún día llegará lejos, tomado de tus manos o de tus alas. Recostado sobre tu adorable cabello, que aveces huele a flores de cementerio.

De todas maneras, vivo por ti, anhelo por ti y lucho para dejar de hacer las cosas por ti, porque eres mi motivación personal y tal vez nunca dejes de serlo. Porque si te veo asomar una sonrisa por la ventana de mi futuro la cuenta estará saldada para siempre.
Porque yo te creo y eres como lo imaginé, perfecta y fugaz.

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