domingo, 15 de enero de 2012

La política del amor



No sé cómo empezar, ni tampoco cómo terminar. ¿Será necesario tanto alboroto? Digo yo, ¿Después de tanto sacrificio ponerse a pensar en estas cosas? ¿Qué quién puso la primera piedra? Nada. Mentira. Entre dos personas no existen piedras. Hay amor, odio, hipocresía, esas cosas, pero nadie dijo nada de andar construyendo por ahí. La destrucción es lo más común, a decir verdades.

Falso. Ni yo soy Castañeda ni tú Lourdes para creernos los dueños de la mentira. No somos alcaldes del corazón de nadie y jamás aceptaste tranquilamente mis huelgas, que de por sí, recibieron la patada y la cachetada de la incomprensión desde el principio; por el simple retroceso mío al intentar bloquear la carretera del odio que me dirigías, cual puñetazo de Maicelo, directo hacia mi corazón de votador indeciso.

Este tren eléctrico nunca llegó a su meta, lo tuyo fueron solo promesas presidenciales que se perdieron al viento. A la hora de la hora nunca firmaste el acta de paz que iba a establecernos como feroces aliados ante la puñetera vida. Yo confié en ti a ciegas, confié en tu mirada ganadora y esa sonrisa poderosa, esos dos condimentos por los cuales vendí mi alma al diablo y pasé a ser el hazmereír en muchas ocasiones, pero jamás importó porque si tú ganabas ganaba el Perú, mas nunca imaginé que yo saldría perdiendo.

Recuerdos hay muchos, como yo convenciendo a mis pocas amistades o familiares que eras la mejor opción, muchas veces ganando debates imposibles a punta de frases literarias, frases poéticas que me inspiraban tu mítica hazaña. "Ah, que vosotros no sabéis a quién elegir pues la vida es sueño, y los sueños solo sueños son, voten por ella porque la llevo en mi corazón". Y entre risas y aplausos te hacía la buena fama por ahí, porque soy una persona poéticamente cojuda, que a veces se deja llevar por sus sentimientos.

Claro. Si hasta fui presidente de mesa y les decía a todos que voten por la más linda. Fui perseguido por los cachacos al intentar boicotear los votos, pues veía que perdías popularidad ante todos y eso me rompía el alma. Hice tantas cosas para mantener nuestra alianza secreta bajo siete llaves, pero pasabas desatando lo que yo ataba, ya comenzabas a darme la contra y yo ciego solo pensaba que siempre había un margen de error en estas cosas, que nada era perfecto tampoco, y que eso no me debía alarmar.

Las encuestas señalaban que eras la peor candidatura, que no debía apoyarte, todos los días mostraban los diversos fraudes a lo largo de tu carrera: Las coimas cobradas, las personas manipuladas, y yo vaya que lo intenté, jugué a ser rebelde por ti, y lo pagué caro. La multa que me cayó fue inhumana, pero me sirvió de lección. La próxima vez elegiré con la mente y el corazón, porque no hay voto más sabio del que lo piensa dos veces.

Mira, yo no creo saber mucho de amor ni de política; sin embargo, sé que para ganar en ambos hay que ser un gran sinvergüenza.
Decir muchas mentiras para quedar bien, sonreír todo el rato para disimular, esas cosas no van conmigo pero que aprendí de ti, como sin querer queriendo.

Y que alguien me perdone si ahora te revoco (o te evoco,o me equivoco) mientras pienso que la vida puede ser cruel. No soy un analista experto en coyuntura política, ni mucho menos en estructura social, tampoco un filósofo existencialista, claro que no. Solo soy un ciudadano que decidió dar un paso adelante y sacar su propio partido, fundar su propia ideología de la vida y del amor, sin interés alguno en recompensas.

Es así que ahora competimos, cuando antes fuimos compatibles. Qué incompetencias del destino nos llevan a esto.

Cuando ganes mándame a la cárcel, ¿sí?
Así derrepente se me va la mala costumbre de escribir cosas tontas.



Más allá de todo seguiría votando por ti.

No porque seas la mejor,



sino porque nunca fuiste la peor.

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